Revisando una lata en mi ex
taller, una de entre muchas latas, cajas, frascos, y otro tipo de objetos
contenedores que tengo, encontré hace unos meses una pluma fuente. La visión me
entusiasmó mucho, la guardé en la cartera y unos días después, ya en mi casa,
decidí limpiarla.
La tarea me llevó más tiempo,
cantidad de lavados y utensilios de los que pensé pero, finalmente, luego de
unas dos horas de intentar un poco sin suerte, logré desenroscar el cuerpo de
la punta.
Aurora (por la marca italiana de
estilográficas Aurora - modelo 88P) no es una pluma cualquiera. Eso lo descubrí
en ese momento. Su sistema de carga es directo, sin cartucho. La tinta se
regula por medio de un dispositivo a rosca que tiene en el extremo opuesto a la
punta. Cuando éste se rosca, la pluma expide burbujas de aire por un agujero
milimétrico que tiene en la panza. Y como esas cosas, Aurora tiene otros trucos
y secretos.
Me emocionó la presencia de este
objeto extraño y antiguo en mi vida.
Investigué un poco en internet. Divagué acerca de su origen y su historia.
Fantasée con un pasado foráneo, de viajes y aventuras interoceánicas, para
llegar finalmente a mis manos.
La llené de tinta roja. No sé porqué; no lo
pensé. Me propuse probarla, y terminé dibujando a mano alzada, algo. Entonces surgió en mí la idea de
dibujar con Aurora, de dibujar porque sí, de dibujar sin boceto, simplemente
para disfrutar del placer de dibujar. No pensé específicamente en dibujar con
tinta roja; de alguna manera no contemplé que hubiera otra posibilidad.
Y así surgieron una serie de
dibujos, una serie rara, porque lo único que tienen en común estos dibujos es
que fueron hechos con la misma herramienta y la misma impronta.
Amo a estos dibujos. Algunos son
mejores que otros, más interesantes. Pero yo rememoro el momento de estar haciéndolos,
y los quiero a todos. Todos fueron importantes.
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"Noche" |
Hace un tiempo, recibí en mi casa
la visita de una querida amiga, curadora, con quien compartimos delirios varios
acerca del arte y de la vida, y le mostré las últimas cosas que había estado
haciendo. Le conté la historia de Aurora. Y ella, con esa visión desde otro
lugar que tienen algunas personas lúcidas de algunos temas, me hizo notar que
la historia de Aurora, de los dibujos hechos con ella, era la historia del
afecto que despertó en mí ese objeto en particular. Y eso me dejó pensando un
largo, largo tiempo.
Y entonces entendí que no sólo
somos las cosas de las que nos rodeamos. Entendí que esas mismas cosas no son simplemente
un reflejo de nosotros, sino que existe una relación dinámica entre ellas y
nosotros. Las cosas de las que nos rodeamos nos pueden transformar.
Aurora llegó a mí en un momento
muy extraño, en el que me estaba costando todo. Llegó y despertó algo en mí. Y
su presencia me modificó. Hoy descansa en un frasco que contiene cosas muy
selectas y queridas por mí, limpia y cuidada; a fin de cuentas, amada.
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"Mundo" |