jueves, 19 de marzo de 2015

Una vida maravillosa

Cuando me enamoré por última vez, pensé que eso era todo.Tendría una vida maravillosa, porque ya estaba acompañada de la persona indicada. Ningún desafío sería insuperable, porque estábamos juntos. Al fin mi corazón descansaba sobre algo seguro.
 En el proceso de cuidar ese amor, de atesorarlo, y de no perderlo, sin embargo, algo esencial se lastimó. Es extraño lo que sucede a veces, por querer ser dos dejás de ser uno, y al final no sos ni uno ni dos, quedás como varado haciendo equilibrio sobre la cuerda floja, como un malabarista, en una posición muy frágil entre vos y el otro, y los dos. Finalmente, esa herida se ensanchó hasta ser demasiado evidente, demasiado sangrante y purulenta para ignorarla. Entonces, esa vida maravillosa que tendría en algún momento, que igualmente no estaba teniendo; llamémosle ese proyecto de vida maravillosa, se fue al tacho.
Pasada una serie de procesos sumamente dolorosos, para empezar asumir que el otro no estaba acá desde mucho tiempo antes de que todo estallara, asumir la responsabilidad del deterioro y también asumir que no todo fue mi culpa, fue y es duro - todos los días. Más duro, más triste y más desgarrador, es esto: él simplemente no te quiere.
El fin del amor es una idea tan abstracta y tan desoladora, que creo que al menos yo simplemente voy a dejar que el tiempo haga ese trabajo por mí.

Ahora, volviendo al principio: tal vez el sueño, el deseo, de tener una vida maravillosa sí es algo vivo. Si no, ¿qué tiene sentido en esta vida? Tal vez el error es pensar que la maravillosidad en tu vida va a pasar necesariamente por estar con un otro, que en definitiva puede tener otros planes, y está en su derecho. La pregunta es: ¿cuál es tu idea de tu vida maravillosa?

Recalcular, parece que es algo que no compete sólo al GPS. Estos días me miré de verdad, y me di cuenta de que quiero esa vida que me prometí tener - más que nada y más que nunca. Incluso más que tu amor, ¿sabés? Y lo voy a lograr, por mi cuenta.









domingo, 15 de marzo de 2015

Yo no soy una sirena

Me encanta el agua, siempre fue así. 
Cuando era chica fantaseaba (qué niña no) con ser una sirena. Una vez, en un viaje de pesca que hicimos con mi familia, accidentalmente me caí al agua. Tenía unos 8 años, hacía frío. En esa oscuridad y en esa profundidad y en esa incertidumbre, sentí que estaba donde tenía que estar. Me sentí cómoda, abrazada por el frío del agua, envuelta en la ropa y la corriente. "Esta es mi casa", pensé, "acá pertenezco". Pero en realidad, me estaba ahogando. Dos brazos fuertes me jalaron de esa profundidad. Así comprobé que no, al final no era una sirena.

Las sirenas son seres mitológicos muy antiguos, mitad doncella, mitad pez. Aparentemente, su misión en la vida es engañar a los navegantes con su belleza y la dulzura de su canto, para hundirlos en las profundidades del mar. Nunca muestran su cola, su verdadera y completa naturaleza.

Con el tiempo y las cosas, comprobé también, que no sólo no soy una sirena, sino que no quiero serlo. Y - qué bueno que no lo soy.

"Si en pez acabase lo que es una hermosa mujer por encima,
¿aguantaríais la risa al verlo, camaradas?"

Horacio - Siglo I A.C.





viernes, 13 de marzo de 2015

Mejor ni lo intentes

Tanto tiempo pasé
en la quietud de una soledad acompañada
sin darme cuenta, o apenas vislumbrando
que amar,
como vivir,
¡como la música!
demanda 
- simplemente -
una entrega total.

Si no estás dispuesto
mejor ni lo intentes
 (amar, vivir o cantar. Al fin de cuentas, es todo lo mismo).