Hace un tiempo, que medido en años interiores se podría
decir un largo tiempo, rozando el había una vez, un chico me llevó a andar en bici. Hacía poco que
tenía a la Negrita, una mountain hecha pelota pero de fierro, una bici fiel,
generosa. Hacía poco también que andaba en bici por las calles de Buenos Aires.
En ese paseo, tomamos por un tramo de la
colectora hacia el Norte, en donde llovían flores, literalmente.
Capaz lo imaginé; nunca descarto esa posibilidad. Pero en
esa tarde tranquila, anduvimos bajo una lluvia de flores amarillas; anduvimos felices.
Este chico me contó entonces que estos árboles se llamaban tipas, y nunca más lo olvidé.
Aprendí a andar en bici en la ciudad. He recorrido largas
distancias con la Negrita. A veces las calles han sido malas. Algunas veces me
caí; hace poco me rompí una calza y me insolé yendo a ver a Boltanski al Hotel
de Inmigrantes. Pero fui aprendiendo algunas cosas, conociendo los baches, entendiendo
los tiempos de los trayectos que he trazado, de a poco.
Ahora que ando muy suelta en bici y a veces me mando a ver a
una amiga en Chacarita, tomo por Av. Forest a la altura de La Pampa. Entonces
me encuentro con esa lluvia de flores de las tipas, nuevamente; sumándose a
esta alegría del presente de ellas están los jacarandaes, que con sus campanitas
lilas, y el sol, y el viento, forman una danza de la primavera mientras recorro
ese tramo inefablemente bello de esta gran ciudad.
Y pienso que el tiempo es generoso conmigo; que sin importar
cuánto ni qué tan fuerte me haya caído y me caiga todavía a veces de la bici, siempre
me ha regalado - y aún me regala - la alegría de las tipas. Y, así, se me llena
el corazón de flores.
Que lindo Juli! Me encanta cuando pasa algo así y uno.piensa... que lindo este momento. Y agradece al universo!
ResponderEliminarDolo
Sí, Dolo, hay cosas que son tan simples como eso, son de las más lindas! Gracias! Te mando un beso grande.
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